Hace cuarenta días nos marcamos de ceniza en lamento por nuestro pecado y cómo la consolidación comunitaria del pecado produce tanta injusticia y sufrimiento.
Por los últimos dos años hemos visto la degradación vertiginosa de la vida de cientos de miles en los gritos de la ciudad de Alepo, Siria. Hemos visto el desplazamiento de refugiados más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Las orillas de Grecia con viajeros ahogados. Y las grandes potencias mundiales moviéndose cual juego de ajedrez a ver quién, a costa del sufrimiento de los más vulnerables podrá salir airoso en su dominación de la región. Mientras tanto, armas químicas le arrancan la vida a niños, mujeres, hombres, como si fuera una distopía de ficción.
La semana santa comienza ante el reclamo de miles de voces clamando en el desierto por otra vida; de miles de voces anhelando que la impunidad en nuestras calles pueda ser vencida; miles de voces queriendo solo la básica seguridad de trabajar, comer y cuidar a la gente que se ama. Miles de voces que se ahogan ante el vacío de un consumo que le sustituye su dignidad por el valor de lo que pueden comprar. Vivimos con gobiernos que reflejan su corruptibilidad e injusticia porque su gente es corrupta e injusta.
¿Qué está mal con el mundo? ¿Quién es el que esta mal en esta sociedad? Yo estoy mal. Y cuando me junto con aquellas que son mejores que yo nos damos cuenta: Todos estamos mal.
Y así como esta semana comenzó con la muerte de inocentes, así la Semana Santa comienza con el presagio de una muerte segura. Los eventos de la última semana de la vida de Jesús de Nazaret ocupan la atención absoluta de los cuatro evangelios y el anuncio consecuente de lo que significa que Dios está en Cristo reconciliando al mundo (2 Cor. 5:19).
Lo sucedido entre la entrada de Jesús a Jerusalén, su muerte y su resurrección son parte de los eventos más dramáticos y teológicamente densos en toda la Escritura (Lc 19:28-40).En estos días se muestran no solo el drama de la entrada triunfal, el camino de sufrimiento, el juicio, traición, última cena y crucifixión, sino también incisivas y revolucionarias oraciones y enseñanzas proféticas de nuestro Señor. (Consideremos cómo el evangelio de Juan le dedica 8 de sus 21 capítulos a la última semana de la vida de Jesús.)
¿Por qué matan a Jesus? Porque confrontó la lógica y dominio de las estructuras políticas, religiosas y personales de maldad, injusticia e idolatría que nos matan.
¿Por qué muere Jesús? Porque Jesús el Cristo e Hijo de Dios, toma nuestra oscuridad, asume nuestro destino nefasto, anula el vacío de la existencia desde adentro para hacernos libres, uniéndonos a Dios mediante la fe y la esperanza. El poder de un instrumento de tortura como la cruz es revertido. El inocente muere. El justo muere. El pastor muere. El compasivo muere. Pero como en él estaba la vida la muerte no tendrá ya la última palabra.
Desde el comienzo del binomio palmas/pasión somos llamados a entrar a un drama desconcertante y esperanzador. Somos llamados a admitirnos y reconocernos como parte de las multitudes observando, participando, cantando y acusando.
La meta de participar juntos como iglesia en los relatos que recorren el sufrimiento del Mesías es que podamos adentrarnos en la vida que Dios esta afirmando en el mundo, abiertos al alcance de la redención en Cristo. Dios se humaniza en el entretejido de mujeres y hombres que se han deshumanizado. Aquí vemos al Dios que desde el grosor de nuestra historia de violencia y muerte, nos revela la anticipación de otro mundo y una nueva humanidad.
En lo más oscuro y sórdido,
en lo más hostil y áspero,
en lo más corrupto
y asqueante;
allí obras Tú.
Por eso tu Hijo
bajó a los infiernos,
para transformar lo que NO ES
y para depurar LO QUE CREE SER.
¡Esto es esperanza!”¹
1 Julia Esquivel, “Esperanza” en Threatened with Resurrection/Amenazado de Resurrección: Prayers and Poems from an Exiled Guatemalan/Julia Esquivel desde el exilio (Elgin, Illinois: The Brethren Press, 1982), 104.
3 Comments
Felix Rivera
Hola Dr. Martínez:
Gracias por este profundo mensaje. En particular, quiero apreciar la distinción de las dos preguntas: Por que matan a Jesús? y Por qué muere Jesús? La contestación a ambas une nuevamente lo humano con lo divino; no comprender la contestación a ellas ha llevado a muchos a enfocarse en el Cristo revolucionario y no ver conjuntamente al Cristo redentor. Finalmente, aprecio el llamado a no olvidar que el mensaje de la cruz responde al pecado y al desastre humano que el pecado genera — y que los seguidores de Jesús tienen que predicar, denunciar, y restaurar.
Jules A. Martínez
¡Gracias Pastor Felix!
Rosa C Vergara
Edificante!