teologia

Se cuece un nuevo país: Comedores, Evangelio y fe.

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Por Rubén David (M.Div., Seminario Evangélico de Puerto Rico), escritor puertorriqueño. Comienza su Ph.D. en el Toronto School of Theology de la Universidad de Toronto en septiembre 2020.


Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

Mateo 25: 35-36

Es quizás uno de los textos que mejor ejemplifican las enseñanzas de Jesús. Su aclaración de la heredad del Reino de Dios deja claro que su propuesta tiene, como meta fundamental, el bienestar humano y la dignidad del ser. 

Irónicamente, pareciera entonces que, en un país con un altísimo índice de “cristianismo” este texto ha sido borrado de las Biblias de quienes, desde las esferas del poder del país, alegan que “cuentan con el apoyo de Dios”.

Soy orgullosamente cristiano, por esto me incomoda ver a los y las líderes de este país utilizar a Dios para sustentar sus posturas malévolas, injustas y abyectas.

¿Cómo es posible que una gobernadora autodenominada como “cristiana”, haga caso omiso de este texto? ¿Hay que llevar al gobierno de turno a la corte para que alimenten a las personas del país? ¿Por qué las ayudas económicas no llegan? ¿Cómo un gobierno “cristiano” realiza transacciones dudosas y dilata procesos de sustento y bienestar? ¿Por qué este gobierno arresta y coarta la libertad de aquellos y aquellas que exigen el principio básico del derecho al alimento?

La teología no existe separada de la cotidianidad ni de los problemas sociales. Por el contrario, se entreteje diariamente con la vida y se inserta en medio de la crisis. Jesús no habita lejano a nuestra realidad, existe en medio de esta para ayudarnos a entender cómo debemos actuar.

Hugo Assman apunta a una teología que denuncia los atropellos contra los y las más vulnerables. Explica que: “Nuestro tema no es simplemente el de los derechos humanos, sino el del cambio de eje en la definición de los derechos humanos: de los derechos humanos a los derechos de los oprimidos”[1].

No existe congruencia entre comedores cerrados, dejar a personas sin alimento, empobrecer a la gente y Jesús. Jesús no apoya compras negligentes en cuartos oscuros, mentiras en conferencias de prensa, mediocridad en la realización de pruebas ni el abandono a los comerciantes locales en favor de las grandes empresas. Esto hay que denunciarlo.

Pero, más allá de la denuncia, toca repensar la cotidianidad desde el Reino. Se cuece un nuevo país donde las distintas disciplinas coexisten en búsqueda de un ideal común: la dignidad de todas las personas. La crisis invita a la construcción de un sistema otro.

La pandemia y el desastre gubernamental sirven de catalítico para la formulación de ideas y la unión de sectores que buscan un bien común. La denuncia constante nos une en una voz poderosa y profética que pretende tomar las riendas del país para hablar desde abajo, solidarizándose con las personas que sufren estos atropellos.

La teología sale en defensa de los comerciantes locales a quienes no les entregan ayudas, del personal médico que no recibe remuneraciones económicas justas ni equipo médico adecuado; habla en favor de los maestros y maestras sin materiales y los estudiantes sin recursos para educarse a distancia. La teología defiende las acciones de Giovanni Roberto en su lucha por proveer alimentos a las personas necesitadas. 

La religión baila con la fe y quizás juntando la fe podemos hacer una montaña de fe. La fe en que nos tenemos y que nuestras diferencias nutren nuestros conocimientos; que nos une y se hace visible en las manos trabajadoras que luchan diariamente.

Ciertamente este momento histórico nos convoca a denunciar los abusos. Pero también nos convoca a unir lazos y encontrar espacios de lucha comunes. Y a mí, también me convoca el Jesús del Evangelio y sus palabras mencionadas en Mateo.

Y ese Jesús, con mucho respeto, no se parece al que los y las líderes gubernamentales dicen servir y emular.


[1] Jorge Pixley and Jean-Pierre Bastián, eds., Praxis Cristiana y Producción Teológica. (Salamanca, España: Ediciones Sígueme, 1979), 65.