Reclamar que algo es central muy comúnmente es una estrategia retórica.
Por Scot McKnight, el Julius R. Mantey Professor de Nuevo Testamento en Northern Seminary en Illinois, Estados Unidos
Algunos reclaman que el “centro” del evangelio es la justificación por la fe o que al “centro” del evangelio se encuentra la justificación por fe. ¿Cómo puede alguien elaborar un caso convincente de lo que es “central”? He escuchado muchas veces que la justificación mediante la fe es el centro del contenido del evangelio.
Este post indagará si podemos mejorar nuestras conversaciones cuando hablamos de lo que es lo “central” a algo.
Uno nunca podría, por ejemplo, decir que la justificación por fe [o mediante la fe] es central para Moisés o para Isaías o para el Jesús de los Evangelios. En los Evangelios hay dos expresiones muy comunes: en los Sinópticos -[Mateo, Marcos, y Lucas]- es el “reino” y en Juan es la “vida”.
Uno nunca podría decir que la justificación es central para las cartas de Juan o para Hebreos o para Santiago o para Pedro.
Permítame ilustrarle cómo es que he escuchado afirmaciones similares a la “centralidad” en discusiones teológicas:
Cuando estaba en el seminario y era estudiante de doctorado (PhD) en los Estados Unidos, Jack Dean Kingsbury estaba ocupado elaborando el argumento de que el título “central” de Jesús en el Evangelio de Mateo era “Hijo de Dios”, el cual era según él más importante que los títulos de Mesías, Hijo de Hombre o Señor. Debido a que Kingsbury era el líder del grupo de estudio del Evangelio de Mateo, su postura recibió mucha atención en las reuniones de la Sociedad de Literatura Bíblica [SBL por sus siglas en inglés]. Recuerdo que, cuando comenzaba mis estudios doctorales acerca de Mateo, tuve conversaciones con varios eruditos de los Evangelios en Inglaterra y una de las respuestas más comunes era “¿Existe tal cosa como lo ‘más importante’ o el título ‘central’?”. Ellos no sólo tenían razón, sino que era imposible probar qué título era el más importante. Además, estaba claro que ellos consideraban que esta era una conversación estadounidense y no europea.
No mucho tiempo atrás, un viejo amigo mío en los estudios del Nuevo Testamento, Tom Schreiner, elaboró el argumento de que la “sustitución penal” era la metáfora/idea/categoría central para la expiación en el Nuevo Testamento y que el resto de las metáforas deberían ser explicadas por la sustitución penal. Schreiner estaba respondiendo, en parte, a mi libro, A Community Called Atonement, en el que yo había argumentado que necesitábamos todas las metáforas y que ninguna de ellas era “central”. Recuerdo leer su libro y pensar, “¿cómo puede uno probar algo así?” Honestamente, consideré que su argumento fue carente, aunque él trabajó duro para establecer su caso. No necesitamos una metáfora “central”. Lo que necesitamos es la teoría de expiación correcta en el tiempo correcto para la persona correcta.
Ahora, cuando hablamos del evangelio, hay una gran (y solo una gran) razón por la que la justificación por fe se afirma como central: Su nombre es Lutero, o el movimiento se llama La Reforma Protestante. En lo que Lutero y la Reforma acertaron fue en que nuestra justificación no está basada en nada que nosotros podamos hacer y que está enraizada completamente en lo que Dios ha hecho por nosotros y todo lo que nosotros hacemos es confiar en Dios. Por lo tanto, justificación por fe.
Uno podría decir, por lo tanto, que lo que era central para la Reforma fue la justificación por fe. Hay muchas cosas por considerar en este punto, pero si la Reforma fue el redescubrimiento del evangelio y para Lutero la Reforma fue su redescubrimiento de la justificación por fe ,y si la justificación por fe fue lo que Lutero descubrió en su propia relación con Dios y su trabajo acerca de los Salmos, Romanos y Gálatas, entonces la justificación se acerca a la centralidad.
Está bien y que bueno. Lutero es Lutero, un hombre de su tiempo; la Reforma es la Reforma, y fue un movimiento para sus días y tiempo. Los dos tienen importancia hoy, por favor entiendan.
Pero eso no es exégesis del “evangelio” en el Nuevo Testamento.
Así que preguntamos, ¿Qué es lo central para el evangelio en el Nuevo Testamento?
Podemos comenzar con lo siguiente, y nadie estará en desacuerdo: Dios está en el centro, y debido a que Dios el Padre envió a Dios el Hijo, entonces en el centro está Jesús, su vida, muerte, sepultura, resurrección, ascensión y regreso. Nadie disputa esto.
Pero hay algo que comúnmente es distorsionado cuando se hace una afirmación acerca de algo como lo “central” y es esto: la mayor parte del tiempo, lo que uno afirma como central después es utilizado para explicar todo a la luz de lo que es afirmado. Por consiguiente, el reclamo de centralidad se convierte en la explicación que alguien da a la luz de su suposición. Explicar no es establecer. La mayor objeción en contra de la obra de NT Wright sobre el “fin del exilio” para Jesús fue que Wright le dio a esa expresión un poder explicativo total, y el poder de la repetición retórica se volvió convincente (para algunos y no para otros). El fuerte énfasis de parte de Douglas Campbell en hacer distinción entre pacto y contrato tiene el mismo tipo de poder explicativo (y debilidad). Si usted utiliza el dispensacionalismo por mucho tiempo como marco hermenéutico, muy pronto empezará a verlo en todos lados. Si usted lee a Barth, Barth, Barth… muy pronto verá temas Barthianos en todo lugar. Suficiente es suficiente.
Usar el término “central”, por lo tanto, tiende muy a menudo a ser una explicación de todo a la luz de lo que uno reclama como central y consiguientemente se concluye que la explicación de uno es lo que es central. A veces, esto funciona; comúnmente no.
Matthew Bates, por ejemplo, no habla acerca de lo que es “central” para el evangelio, sino que habla del entronamiento de Jesús como el “clímax” del evangelio.
Por lo tanto, yo argumentaría que en lugar de usar una explicación (justificación mediante la fe) como lo central del evangelio, mejor miremos lo que tienen en común las declaraciones del evangelio más explicitas. Esto nos permite escuchar lo que las Escrituras dicen y nos permite dejar que las Escrituras sean las que determinen (y quizá, en muchas maneras, sean las que expliquen también).
Esto es lo que he hecho en The King Jesus Gospel.
Esto es lo que Matthew Bates hace en Gospel Allegiance.
Mi contención es que debemos ir a cuatro textos distintos. ¿Por qué? Porque cada uno de ellos explícitamente reclama decirnos el evangelio (de manera distinta). Estos son los textos que menciono todo el tiempo (Bates de manera muy útil añade Romanos 1:3-5):
- 2 Timoteo 2:8
- 1 Corintios 15:1-28
- Los sermones del evangelio en el libro de los Hechos, y yo frecuentemente me he enfocado en Hechos 10:34-48.
- Los propios Evangelios como el evangelio en sí mismo (así como John Dickson recientemente lo anunció otra vez)
Debido a que no incluí este pasaje en mi post anterior acerca de este tema, aquí está el sermón de Pedro en Hechos 10, el cual es un sermón acerca del evangelio dado a un gentil que cree, se arrepiente y es bautizado. Por favor léalo otra vez.
“Pedro tomó la palabra, y dijo: — Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia. Dios envió su mensaje al pueblo de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Ustedes conocen este mensaje que se difundió por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y dispuso que se apareciera, no a todo el pueblo, sino a nosotros, testigos previamente escogidos por Dios, que comimos y bebimos con él después de su resurrección. Él nos mandó a predicar al pueblo y a dar solemne testimonio de que ha sido nombrado por Dios como juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas, que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados.
Mientras Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. Los defensores de la circuncisión que habían llegado con Pedro se quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los gentiles, pues los oían hablar en lenguas y alabar a Dios. Entonces Pedro respondió: — ¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos algunos días.” (NVI).
Díganme, ¿de qué predicó Pedro? O mejor aún, ¿acerca de Quién predicó?
Jesús. Su sermón acerca del evangelio a este gentil que conocía un poco de las Escrituras habló de la historia de Jesús – lo que él hizo, lo que le hicieron y lo que Dios obró para deshacer lo que le hicieron. Aquellos que confían en ese Jesús han recibido perdón de pecados.
Primero Jesús, después salvación.
Hablando de salvación, lea los siguiente tomado de mi libro King Jesus Gospel y después pregúntese cómo alguien podría estar confundido acerca de lo que digo del evangelio de Jesús, el Salvador:
Comoquiera que contemos la Historia de Jesús, esa historia debe lidiar con “pecados” y lidiar con esos “pecados” como algo “por lo que” Jesús murió. Podemos contar esta historia de varias maneras – justo ahora pienso en el nuevo y ricamente texturizado libro de Brenda Colijn que explora las imágenes de salvación en la Biblia – pero la historia debe tener la intención de mostrar que el evangelio salva. Mi manera preferida de describir la exhaustividad de la muerte salvadora de Jesús es ver que tres cosas sucedieron en esa muerte: Jesús murió (1) con nosotros (identificación), (2) en lugar de nosotros (representación y sustitución) y (3) por nosotros (incorporación en la vida de Dios).
Esto es, él primeramente se adentró por completo en la condición humana – no sólo nuestra pecaminosidad sino la totalidad de nuestra condición. Segundo, él murió nuestra muerte como nuestro representante y como una muerte substitutoria. Esto es, él se puso en nuestro lugar y llevó en sus hombros el castigo que merecíamos por nuestros pecados, castigo que, de acuerdo con el testimonio uniforme de la Biblia, es una muerte doble, tanto muerte física como muerte espiritual/eterna. Tercero, su muerte hizo algo por nuestro bien: su muerte procuró el perdón de pecados, reconciliación con Dios, justificación ante el tribunal de Dios – por ahora voy a evitar hablar de la exhaustividad de este término, rescatándonos de nuestras esclavitudes y liberándonos de todo lo que nos tenía atrapados. Por último, la muerte (y resurrección) de Jesús nos guía a la mismísima presencia y vida de Dios. Creo que esto y más están incluidos cuando Pablo dice “por nuestros pecados”. [Agradecimiento: ¡Un lector me envió esto para recordarme de lo que yo había escrito!]
Cuéntales acerca de Jesús – y la historia de Israel se presenta con “todos los profetas” – y las personas serán acercadas a él por el Espíritu y en él estos creyentes encontrarán redención. Esto es predicar el evangelio.
Lo que es “común” en todos estos textos de evangelio y estos sermones acerca del evangelio en Hechos es que todos ellos se enfocan en Jesús: En quién fue/es, qué ha logrado y qué logrará.
Por lo tanto, lo que es común, yo sugeriría, es justamente lo que queremos llamar central: en el centro de los textos de evangelio en el Nuevo Testamento está Dios revelado estando a nuestro favor en Cristo.
Acerca del traductor. Este escrito fue traducido por David Martínez. En la actualidad, David cursa una maestría en teología (M.Th. Biblia) en el Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) en Guatemala. Puede seguir su trabajo en su sitio web Teología & Exégesis y conectar con él en las redes sociales.