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Predicadores Peligrosos

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Predicar es una actividad peligrosa. Es un poco dramático ponerlo así, pero es cierto. Cuando alguien me pregunta si debería considerar el oficio de la predicación en su futuro, usualmente le respondo escéptico sobre el plan.  “Nah, no lo hagas. No te tires encima una de las tareas más agotadoras, incomprensibles, provocativas, y vilificadas del mundo. El entrenamiento es largo y tendido; la paga es poca; los agradecimientos son buenos, pero es más la resistencia que recibirás. Serás usualmente apreciado solo si predicas lo que la gente quiere y le gusta escuchar, y no lo que necesitan vivir. Así brega nuestro corazón. Así que mejor no lo hagas.”

Así más o menos va el discursillo. Luego viene un silencio awkward de unos segundos y una sonrisa de esas que no se sabe si la persona está hablando en serio o en broma.

Entonces aquí el lector quizás me dirá: “Pero hermano pastor, doctor, ¿cómo va a decir eso? ¡Dios le libre de negarle el llamado a las naciones de algún sielvo o sielva de Dios!”

Nice. Entiendo. Pero no he terminado.

Sucede que mi respuesta va dirigida precisamente a, de manera inesperada y sin lenguaje religioso, desestabilizar los paradigmas socio-religiosos que la persona tiene, desmitificar un poco y entonces, dentro de esa incomodidad, ayudar a la persona a discernir si de verdad hay un llamado al oficio de la proclamación en su horizonte. En otra postal trataremos el asunto de cómo identificar un llamado al ministerio. Por ahora, me interesa tratar este asunto:

Hay muchos predicadores que son gente peligrosa.

De verdad. Es cierto. No es difícil de probar. Si lo piensas bien, si miras de cerca, si le prestas análisis, te darás cuenta.

Pero ¿Cómo identificar esa gente? Te ofreceré al menos 7 características de predicadores peligrosos. No son las únicas. Pero creo que son salientes en nuestros días.

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos son los que enseñan otro evangelio que no es el de Jesús, ni su justicia, ni su obra, muerte, resurrección, ascensión y nueva creación. Coquetean con herejías de forma explícita e implícitamente. Si prestas atención son fáciles de identificar. Hacen daño, desvirtúan la fe, pero si prestas atención te das cuenta que no están proclamando la fe cristiana.

 

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos proclaman una sopa idiosincrática basado en discursos religiosos seudo-cristianos. Sonriendo usan terminología cristiana y hablan de “Dios,” pero no es el evangelio de Jesús, ni su reino. Usan las palabras, saben la jerga, dicen los amenes, hacen los llamados, se visten de piedad, pero al fin, sobre ese Kool-Aid que ofrecen, Jesús les dice: “Apártense de mí porque nunca los conocí.” Esta declaración de Jesús me hace temblar.

 

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos son los que tranquilamente dicen que no hay necesidad de estudiar, ni entrenarse en una comprensión profunda de la Escritura. Esta es una de las más grandes contradicciones. Dicen que le dan prioridad a la palabra de Dios, pero no quieren estudiar la palabra de Dios rigurosamente. Dicen alegremente, hasta con orgullo, que no hay necesidad de profundidad teológica, ni bíblica, sino solo predicar con el carisma del “espíritu” y elocuencia. Entonces usan la retórica para manipular emociones, lucir cool, dar una terapia y todo sin claridad teológica. Claro que el estudio no garantiza piedad (o “unción”), pero la piedad sin estudio termina creyendo lo que sea.

 

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos evaden la ardua disciplina de exégesis (estudiar lo que el texto dice en su contexto) y son expertos en eisegesis (imponerle al texto un significado foráneo). Entonces dicen lo que “le vino al corazón”, o que “quizá dirán que soy un hereje, pero lo que ‘Dios’ me esta diciendo es…” y otros dichos religiosos clichés para justificar usar un texto como les da la gana.

 

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos son aquellos que reclaman su autonomía. Se dicen independientes en su oratoria porque “Dios me dijo que…” y “recibí una revelación” y así pretenden blindarse de cualquier examinación crítica, bíblica, histórica y teológica de sus mensajes, ya sea por la iglesia, representantes de ella, o incluso por amigos.

 

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos proclaman una fe anti-evangélica: moralista (pórtate bien y recibirás la bendición ), gnóstica (lo que importa es lo inmaterial del espíritu), individualista (esto es entre tu y “dios” y nadie más), escapista (nos vamos y esto se va a quemar), mágica (siembra, confiesa, declara y crea tu realidad), reduccionista (un par de asuntos de etica social)  y pelagiana (tus obras te salvan o condenan).

 

  1. Los predicadores y predicadoras peligrosos usan el espacio de proclamación como instrumento de maltrato. Así proyectan sus vicios sobre otros, sus audiencias, bajo un aura de excepcional pureza y por eso son muy duros y amenazantes. Se les salen las venas de la frente acusando con alegre pasión a otros, y proyectan sus propias debilidades en otros.

¿Conoces a alguien así?

Esta no es una lista exhaustiva, pero me parece que es muy relevante para muchos contextos. Honestamente, he sido tentado con estas y otros cosas como predicador. Mis amigos en el ministerio saben cómo se bate el cobre. Otros querrán insertar muchos textos bíblicos para sostener algunos puntos. Ok.

Nota que no hemos planteado entonces cuáles son las  virtudes de predicadores y predicadoras cuyo norte es el evangelio de Jesús. Es decir, ¿Cuáles serían las cualidades de predicadores fieles al evangelio de Jesús? Hay mucho que decir en esto. Esto nos espera en otra postal.

¿Qué piensas? ¿Qué otras cualidades añadirías a la enumeración anterior? ¿Qué necesitamos?

5 Comments

  • Sonia I Pizarro

    Que tal aquellos que cuando están predicando, se molestan porque nadie le dice un Amén, a lo q está diciendo, y como quien dice obliga a la congregación a decir Amen? ? pensando yo

    • Jules A. Martínez

      Gracias, Sonia. Pienso que eso pudiera reflejar cierta inseguridad en el predicador. Aunque en ocaciones se utiliza como tecnica retorica para resaltar que audiencias solo dicen “amen” a cosas livianas pero no a cosas dificiles.