Madison N. Pierce es Catedrática Asistente de Nuevo Testamento en Trinity Evangelical Divinity Schol. Es la coeditora de Muted Voices of the New Testament (T&T Clark, 2017) y autora de Divine Discourse in the Epistle to the Hebrews (Cambridge, 2020).
Nuestras vidas están compuestas por muchas pruebas memorables. Usted seguramente se acuerda de un examen escolar en el que vertió todo. Es posible que esté acordándose de los exámenes de admisión a la universidad, tales como el SAT o sus equivalentes. Quizás se acuerde de las pruebas que estuvieron fuera de su control, tales como los análisis de sangre o una biopsia. Pero también la mención de «prueba» traiga a su mente alguna situación que le sacudió, una época en la que no tenía idea de a dónde ir ni qué hacer, en que no quería tomar ninguna de las rutas por delante o tuvo que sacrificar la vida que imaginaba.
De esta clase de prueba estamos hablando hoy.
Génesis 22 comienza con la frase: «Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham».
¿Qué evoca ese lenguaje? «Prueba».
La verdad es que no comprendemos bien el concepto bíblico de las pruebas. A menudo, usamos este lenguaje para describir las acciones de Dios, por ejemplo, «Mi compañero de trabajo está probando mi paciencia. Dios me está probando». Pero quiero exhortarles a que seamos más cuidadosos. Este lenguaje es aplicado a sucesos explícitos en las vidas de personas determinadas e influyentes en la historia del pueblo de Dios.
- En Éxodo, Dios dice que probará al pueblo por medio de las reglas explícitas para la recolección y el consumo del maná. El pueblo solamente podría recoger lo suficiente para un día; tendrían que confiar en que Dios proveería constantemente.
- Dios prueba a Ezequías para ver si dejaría su orgullo y reconocería su orgullo y los milagros que había hecho a su favor y por medio de él.
- «Pruebas» más generales tratan con la idolatría durante el período de los jueces o a la interpretación de los sueños. Eran pruebas específicas sobre la adoración de otros dioses. Y aunque los escritos judíos posteriores enfatizan el bien de esta «prueba», nuestra literatura canónica sugiere que Dios no interactúa con su pueblo principalmente por medio de estas. Antes bien, dice que el pueblo prueba a Dios con su desobediencia…
Tras haber hecho esta advertencia general acerca de las pruebas, retornemos a la primera prueba explícita que es mencionada en las Escrituras: la de Abraham.
Un drama familiar
Para entender esta prueba, tenemos que considerar la importancia del capítulo 21 de Génesis para la historia. He aquí un breve resumen: Isaac fue destetado. Esto significa que ha sobrevivido la infancia y probablemente tenía entre 2 o 3 años. Esta ocasión es una celebración. Tal parece que la promesa de veras se cumplirá. Durante esta celebración, Ismael, el primer hijo de Abraham, comienza a burlarse de su hermano menor (Pablo dice en el capítulo 4 de Gálatas que lo «persiguió»). Sara está indignada. De inmediato ordena a Abraham que eche a Ismael y a su madre. Sara odiaba a Agar e Ismael por la situación en que la los había puesto. Ella alentó a Abraham a que se acostara con su sierva y Agar probablemente no tenía alternativa. Pero Sara ve a esta adolescente burlándose de su hijito y no lo soporta. Tienen que irse.
La gran filósofa Eleanor Stump, cuya obra ha influenciado varios de los elementos que estoy presentándoles, es generosa con Sara. Según ésta, Sara debe haber sentido una amenaza contra la herencia de Isaac. No sabemos qué dijo Ismael, pero si tomamos a Pablo en serio, estuvo persiguiendo al niño. Cabe que mencionemos su antagonismo. Aun cuando Dios había prometido una descendencia a través de Isaac, Ismael era una amenaza legítima. En términos legales, era el heredero de Abraham. Quizás esto explica lo siguiente porque mientras Abraham está preocupado por Ismael, Dios lo manda a enviarlo lejos. Entonces, Ismael y Agar parten y Abraham los da por muertos.
Pasado el tiempo, Isaac ya crecido, tal vez era un adolescente cuando Dios probó a Abraham. Lo llama por su nombre. Le dice a Abraham: “Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré».
¿Su único hijo? En términos prácticos tal era el caso. Su primer hijo se ha ido. Y el que le queda, Isaac, a quien amaba, debía ser sacrificado.
Una prueba impensable
Abraham tiene un hijo y debe sacrificarlo. Esta prueba es impensable. Lo es, aunque no tomemos en cuenta que Dios ha prometido que bendeciría a Abraham por medio de este niño. Es una prueba impensable para cualquier padre en la historia.
Sin embargo, Abraham, en un acto de obediencia impensable, al día siguiente emprende el viaje. Va acompañado de dos criados, la madera para el holocausto y su hijo. Qué interesante que la narración mencione a la madera. Tal vez pensaba que no la encontraría durante el trayecto. Tal vez estaba tomando todo lo necesario para llevar a cabo la orden de Dios. De cualquier manera, esta preparación explica la pregunta de Isaac. ¿Por qué su padre lleva madera y fuego, pero no el cordero? Abraham le dice a Isaac: «El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios». A estas alturas ya Abraham había dejado atrás a sus dos siervos. Isaac y Abraham están solos. Y no está claro si Isaac aceptó la respuesta de su padre.
Su viaje comenzó en Beerseba, lo que significa que la caminata hasta Moriah era más de 80 km. Como dice la narración, tardaron tres días. Así que, durante tres días, Abraham estuvo viajando con hijo y sus siervos. Lo miraba a los ojos, le hablaba, quizás bromeaban, mientras contemplaba la vida que quizás estaba a punto de extinguirse. Sufre este viaje tal vez gritando como el salmista: «¿Señor, hasta cuándo?». Cuando Abraham avista el monte, quedaban entre 7 a 8 km de camino. Esa montaña en donde sacrificará a su unigénito, a quien ama, crece ante sus ojos.
Abraham e Isaac escalan la montaña y cuando llegan al lugar que Dios le ha mostrado, edifica un altar. Coloca la madera. Resulta que Moriah es mencionado en 2 Crónicas como el lugar en donde, de acuerdo con muchos intérpretes, Salomón construiría el templo. Pero ¿qué patrón establece este sacrificio?
Después de haber colocado la madera sobre el altar, Abraham ata a su hijo. Lo coloca sobre el altar. Levanta el brazo con el cuchillo en la mano…
«¿Señor, hasta cuándo?»
Espero que empaticemos con Abraham e Isaac. (Debo señalar que el narrador silencia a Isaac, como sucede con muchas otras víctimas). Pero esta historia es una prueba para Abraham.
Tal vez pensemos que era injusto. Abraham llevaba décadas siguiendo a Dios. ¿Acaso Dios necesitaba más certeza?
Sí… quizás. Echémosle un vistazo a la vida de Abraham.
Recordemos su vida
Cuando Dios lo llama en el capítulo 12 de Génesis, le pide que abandone su hogar y su parentela. Y técnicamente ya había salido de su casa, así que obedece. Pero no dejó a su parentela. Se llevó a su sobrino Lot junto con su familia.
En el capítulo 15 de Génesis, después de que Dios confirma que Abraham tendrá un heredero de carne y hueso, él duda nuevamente, tornándose hacia Agar en busca de hijos.
Cuando Dios juzga a las ciudades de Sodoma y Gomorra, Abraham duda de su misericordia y asume que debe convencerlo de que sea justo con los inocentes.
Abraham duda de la protección de Dios cuando conoce a Abimelec, el rey. Por eso presenta a Sara como su hermana. Isaac no fue el primer miembro de la familia a punto de ser sacrificado. Abraham ofreció el cuerpo de Sara a pesar de que había recibido la promesa de la protección de Dios.
Y dentro de unos episodios estamos de vuelta en Moriah.
Ante el sacrificio
«¡Abraham, Abraham!».
Una vez más, responde al llamado: «Heme aquí».
«No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo».
Hasta ahora Abraham había dudado de Dios tanto en los milagros como lo ordinario. Ha cuestionado su misericordia, provisión y fiabilidad. A veces la historia de Abraham es descrita como si Dios se le hubiera aparecido de la nada a recordarle que tenía una promesa pendiente. Abraham necesita un recordatorio y en medio de sus fracasos, tanto él como los lectores deben saber que Dios será misericordioso con este hombre que lo ha puesto a prueba. Dios prueba a Abraham una vez. Abraham prueba a Dios constantemente. Ciertamente, cuando reflexiono sobre mi vida puedo decir que Abraham no ha sido el único que ha probado a Dios.
Pero tal vez pensemos que es injusto. Después de todo es una prueba impensable. Pero ¿cuál es la prueba? ¿Qué le pide Dios a Abraham? ¿Qué es lo que quiere? Dice: «ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré».
Los intérpretes llevan siglos tratando de resolver la tensión en la orden de Dios de que Abraham cometiera el horror de matar a su hijo. Dicen: no es un asesinato. Fue solamente una prueba. Esta historia explica por qué los israelitas no sacrificaban niños o por qué el templo fue construido en ese lugar.
Pero nada de eso responde la pregunta. Sí responden por qué este relato fue incluido en las Escrituras. Pero no explican por qué Dios prueba a Abraham ni qué estaba probando.
Confiar en la promesa
Abraham ha seguido a Dios durante décadas. Aquí está. Su trabajo ha rendido fruto: un verdadero heredero. Esta es la verdadera prueba de la lealtad de Abraham, que esté dispuesto a confiar en que la promesa se cumplirá a pesar de que haya sacrificado a su hijo.
Para Eleanor Stump, el cuestionamiento de la moralidad de este mandato es una malinterpretación de por sí. Ella entiende que Abraham ha sopesado dos posibilidades: tal vez Dios lo detendría antes de que sacrificara a su hijo o se aseguraría de que Isaac no moriría, aunque fuera sacrificado. En otras palabras, este sacrificio no terminará en muerte. Aunque no ella no vincula explícitamente estos dos pasajes, su lectura es bastante similar a la del autor de Hebreos: «Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: “Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac”. Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos».
Este pasaje de Hebreos ofrece un puente desde el capítulo 22 de Génesis hasta nuestra lectura de Romanos 6. La vida de Isaac, desde su nacimiento hasta su encuentro cercano con la muerte, representa el poder de Dios para resucitar de los muertos. Nació de padres que no podían concebir, que estaban muertos en términos reproductivos, aunque admito que este lenguaje bíblico no es tan delicado como me gustaría, así que discúlpenme. Una vez más es librado de la muerte.
En Romanos capítulo 6, Pablo nos llama a considerarnos como quienes han vuelto de la muerte a la vida. Ya fuimos librados. Mas, sin embargo, nosotros, al igual que su Hijo, su Unigénito amado, nos ofrecemos voluntariamente. Isaac es una especie de modelo, pero aquí es donde nos distinguimos. Isaac no tuvo palabra sobre el asunto y afortunadamente, apareció un cordero para el sacrificio.
Camino a Jesús
Pero Jesús escogió ofrecerse a sí mismo. Y nos pide que hagamos lo mismo. Así que, «… ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad. Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia… Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna».
Nuestro Dios resucita de los muertos. Y nuestro Dios provee. Este es el mensaje final del capítulo 22 de Génesis.
Justo después de que el ángel del Señor libró a Abraham del sacrificio de su hijo, éste levanta la mirada. De repente, ve un carnero enredado por los cuernos. Ve el carnero como la provisión de Dios para el holocausto. Lo interesante es que no recibió la orden de que ofreciera un sacrificio. Digamos que es una clara implicación de los eventos. Tiene un altar listo, pero sin ofrenda. Pero de su propia voluntad toma el carnero y lo ofrece sobre Moriah. También hace una ofrenda voluntaria, aunque no pudo ofrecerse a sí mismo. De esta manera, Abraham encaja dentro del modelo de las Escrituras. Hasta este momento solamente han ocurrido dos sacrificios: la ofrenda de Abel (bueno y supongo que Caín) y la de Noé. En el caso de Abraham, Dios provee y es misericordioso.
Entonces, Abraham desciende de la montaña y todos viven felices para siempre… Pero no fue así. Génesis nunca vuelve a presentarnos a Abraham conversando con Sara o Isaac. Se vuelve rico. Tiene un hijo. Pero su familia está irreparablemente dañada. Su vida de desobediencia tuvo un costo.
Y Abraham olvidará de nuevo la fiabilidad de Dios. En su ancianidad, Isaac se casa, pero su esposa Rebeca pasa años sin tener un hijo. La promesa aparentemente estaba nuevamente en peligro. Mientras tanto, Abraham reanuda su obra de cumplirla por su cuenta. Sara muere cuando Abraham tiene 137 años. En algún momento en su ancianidad toma otra esposa y se acuesta con muchas otras mujeres. Tiene muchos hijos. Les ofrece parte de la herencia de Isaac.
La duda es un hilo de desobediencia
La duda es el hilo de la desobediencia de Abraham. Pero, déjeme aclararle que la duda no es el problema. Antes bien, es que Abraham actúa porque duda. Hablaba al oído de Dios. Podía hablarle de Sodoma y Gomorra. Tiene el oído de Dios, pero en lugar de llamarlo, este supuesto amigo de Dios toma las cosas en sus propias manos. De acuerdo con las metáforas de Pablo, era esclavo de la duda.
Escúcheme. En este momento de la historia podríamos dudar de la bondad de Dios. Podríamos preguntarnos si el virus o la injusticia racial desenfrenada y horrible o el trato repugnante que mujeres y niños reciben en todo el mundo confirman que no habrá justicia. Que nosotros, como Abraham, tenemos que recurrir a la injusticia para lograr la justicia. Que nosotros, como Abraham, necesitamos convencer a Dios a que sea misericordioso.
Gobernados por el don de Dios
No tenemos que hacerlo. No podemos actuar como si estuviéramos gobernados por la duda. Estamos gobernados por el don de Dios.
Vuelvo y repito. Nuestro miedo de la duda no debe paralizarnos. Debemos buscar la voluntad de Dios y actuar conforme a ella. Nos ha enviado por el mundo a que cumplamos la promesa dada a Abraham de que su descendencia bendeciría a las naciones.
Tal vez no seamos bienvenidos. Quizás nuestros esfuerzos no serán recompensados de inmediato. Pero si somos gobernados por el don de Dios, bendeciremos a las naciones del mundo.
Traducido por Déborah E. Ortiz Rivera, interprete y traductora en Church of God.