En la primera navidad no encontramos el sentimentalismo que nos arropa hoy día. No encontramos a un bebe suplicando nacer el corazón de la gente. No encontramos una solemne escena de aliento y pensamiento positivo. No encontramos un optimismo barato.
En la primera navidad encontramos tension, incertidumbre, gente con fe huyendo, violencia política, y allí en medio de todo esto, la revelación del Dios de la vida. El anuncio de un reino. La vindicación de víctimas. La antesala del fin.
Y es que el niño Jesús nace en una comunidad de marginados galileos. Había sospecha de la legitimidad moral de su nacimiento. Su madre Maria y padre adoptivo, José, vivían entre los pobres porque eran pobres. Poco después de nacer tuvieron que huir de una tiranía opresiva. Vivieron como refugiados inmigrantes en otro país, mientras su patria estaba bajo ocupación militar, bajo los decretos de un cruel gobernante.
¿Y para qué ocurre la navidad?
La joven judía pobre y marginada, María, lo proclamó así en su Magnificat:
“—Mi alma glorifica al Señor, (47) y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,48 porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,(49) porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! (50) De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen. (51) Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios. (52) De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. (53) A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías. (54–55) Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre.” (Lucas 1)
El evangelio de Jesús de Nazaret, el hijo que la joven María vería crecer viviendo con nosotros y por nosotros, aquel que sería el crucificado y resucitado, es una buena noticia para nuestro Puerto Rico y las tierras donde se respira cansancio y desesperanza. Es buena noticia para los que tienen el alma rota, los que sufren desde el reverso de la historia. Es un amanecer nuevo para las víctimas y es un llamado al arrepentimiento para victimarios.
El evangelio del Galileo Jesús, confesado Hijo de Dios, es una amenaza para una la sociedad que celebra la cultura de la muerte, exclusion, egoísmo, ethnocentrismo, corrupción y violencia.
EL REINO ANUNCIADO POR JESÚS ES UN REINO DE VIDA QUE ANULA LOS ANTI-REINOS QUE CREAMOS.
Fue allí en el pesebre donde comenzó este maratón de esperanza. Y aunque ahora nos sintamos amenazados de muerte, como decía Esquivel, es éste camino el que nos recuerda que hemos sido “amenazados de resurrección” en la navidad.