Dijera B. Gracian:
“Sin mentir, no decir todas las verdades. No hay cosa que requiera más tiento que la verdad, que es un sangrarse del corazón. Tanto es menester para saberla decir como para saberla callar. Piérdese con sola una mentira todo el crédito de la entereza. Es tenido el engañado por falto y el engañador por falso, que es peor. No todas las verdades se pueden decir: unas porque me importan a mí, otras porque al otro.”
Y añade que los políticos son diestros en saber “jugar a la verdad” para ocultar o endulzar las verdades más terribles. Lo que Gracian llama “el arte de dorar los desegaños.” (Barroco, 2004. p. 592).
Me parece que en cuanto a disimular la verdad o endulzar la mentira, muchos somos los artistas (y politicos). Lo único es que muchos también hemos cambiado el bloqueo de nuestro escenario para no politiquear y aprender el arte de decir [nos] la verdad. Si decir y hacer la verdad es un “sangrarse el corazon”, entonces no lo haremos con indolencia. sino con todo el amor y bondad que requiera tal virtud sacrificial. ¡Que podamos desarrollar el arte de atesorar la verdad!
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Beatriz Pérez
Cuan cierto. Sobre todo el arte de decir la verdad con tacto, sin olvidar el amor y la misericordia. Y el arte igualmente valioso de saber cuando callarla, no por engañar u ocultar sino por consideración cuando el daño sería mayor q el beneficio.