¿Escuché que te llamaron un marxista-cultural-antibiblico-anticapitalista-socialista-antievangélico?
Esto puede ser frustrante para aquellos que usamos las redes sociales como parte de una vocación académica, de maestros, para divertirnos o comentar las cosas. Cada vez son más comunes los ataques de cristianos de ciertos sectores contra de la reputación, experiencia, las tradiciones y teología de otros lideres, pero en particular de líderes, pastores y eruditos de las tradiciones eclesiasticas afro-estadounidenses, asiatico-estadounidenses y latino/as.
Aquí es pertinente el concepto de «cultura de la cancelación». Recientemente se ha hecho parte de una subcultura en las redes sociales. Su uso explotó en los últimos tres años. Sarah Saccomanno describe la «cultura de la cancelación» como un tipo de «sistema de boicot informal… opiniones o puntos de vista aparentemente impopulares en la internet. Con sus fuentes originadas en la mega plataforma de Twitter, respalda los conceptos de mentalidad de grupo, corrección política y el cambio en el espectro político».[1] La profesora Lisa Nakamura (UMich) lo describe como «un boicot cultural» dirigido a privar a alguien de reconocimiento, respeto e incluso de medios de subsistencia.[2]
Tal parece que en el discurso público muchos (evangélicos, progresistas, conservadores, libertarios, capitalistas, socialistas, religiosos y escépticos) están dedicados a la lógica de la cancelación. Sin embargo, el tema de la autoidentificación es complicado. Por ejemplo, el que alguien se identifique como “evangélico” y tenga una actitud de cancelación no necesariamente hace que, pues, sea evangélico. Algunos se identifican como evangélicos debido a sus compromisos histórico-teológicos, mientras que otros son evangélicos culturales, cristianos nacionalistas, o parte de una especie de religión civil quasi-cristiana.[3] Uno de los «logros» de Jerry Falwell, padre, a través del movimiento de la llamada Mayoría Moral de la década de los 80 fue que rebautizó su fundamentalismo como si fuera evangélico. Así que te dejo esa ahí.
Comunicación pasiva-agresiva
El ethos de la «cultura de cancelación» funciona a través de una malicia comunicativa, a saber, la calumnia. Por ejemplo, el discurso de la «izquierda liberal» puede es abrasivo, con caracterizaciones grotescas, en busca de la degradación pública de sus objetivos. Es una la exclusión por aclamación. ¿Podría acusarse a la derecha cristiana de lo mismo?
Lo que me preocupa (como alguien que se aventura en espacios multiculturales) es que una lógica análoga está dándose entre aquellos que se identifican a sí mismos como cristianos conservadores y evangélicos. La derecha antiliberal cristiana está siguiendo el mismo libreto. Pero es igualmente traicionero. Esta se reviste de túnicas espirituales, se apropia y usa términos retóricamente como «evangelio» y «bíblico» para emitir su juicio sobre quiénes están dentro o fuera de su cristianismo. De ahí surgen «preocupaciones» contra las opiniones de otros cristianos, e inevitablemente argumentos con obvias falacias genéticas y otras.[4]
No me malinterprete. Soy teólogo por vocación. Fui ordenado en dos denominaciones evangélicas. Parte de mi trabajo como siervo de la iglesia es preocuparme por la ortodoxia (doctrina correcta), la ortopraxis (práctica correcta) y la ortopatía (actitudes/virtudes correctas), en las que, sin lugar a duda, de vez en cuando me he quedado corto. Pero en estos tiempos no veo una preocupación por equipar a todos los santos y valorar la fidelidad de las tradiciones teológicas afro-estadounidenses, asiatico-estadounidenses y latino/as que utilizan enfoques multidisciplinarios instrumentales para la reflexión teológica y la practica de transformación social.
Por el contrario, que se ve de ciertos sectores del cristianismo conservadurista es paternalismo y miedo. La lógica de culpabilidad por asociación es tan generalizada que no hace falta ningún entendimiento académico profundo, ninguna sabiduría teológica formal, ni conocimiento sociopolítico competente para validar un argumento porque no hay discusión. No es necesario. Sólo hay santas denuncias, declaraciones y postulados. Considera las siguientes:
- Cada vez proliferan los ataques pasivo-agresivos contra ministros y eruditos Afros, latino/as, indígenas y asiáticos cuyo lente del Evangelio no está articulada por una soteriología individualista, como es el caso en el fundamentalismo estadounidense.
- El chisme se extiende contra los líderes y eruditos cristianos que, a mi juicio, son mesurados en su doctrina del pecado. Su doctrina del pecado es ortodoxa, y junto con la tradición reformacional, confrontan las manifestaciones personales, comunitarias, legales y políticas del pecado humano.
- Se tilda de sospechosos a aquellos que no emplean una hermenéutica fundamentalista, o que no asumen las prioridades anglocéntricas de reducir la confrontación de los males sociales a solo asuntos de sexualidad humana y/o reproducción/aborto.
- Igual, aquellos que no asumen un modelo pietista de Cristo contra la cultura son vistos con sospecha.
- La crítica del “nacionalismo cristiano” entre una demografía evangélica predominantemente blanca equivale a herejía.[5]
- Lamentablemente, muchos hermanos/as se proyectan a sí mismos como el magisterio de facto del evangelicalismo, a pesar de que la historia de sus propias comunidades eclesiasticas está manchada hasta el dia de hoy por el uso ideológico de la doctrina, la esclavitud, el racismo, el sexismo y el abuso de poder.[6]
En este ambiente discursivo, no toma mucho tiempo para que veamos los desafortunados puntos de convergencia entre la izquierda progresista y la derecha conservadurista cristiana. Ambas culturas de cancelación empuñan la misma espada del ultimátum: la excomunicación.
Esto es profundamente agotador. He perdido la cuenta de estudiantes, líderes eclesiásticos, maestros/as y activistas que en privado me han expresado su preocupación por los fundamentalismos emergentes en sus denominaciones/seminarios/iglesias y lo difícil que es lidiar con la actitud de tantos líderes que aman y respetan.
Suspiro.
De las Escrituras, confesiones y catecismos
Como sudece en la vida de discipulos, he encontrado dirección y discernimiento en la Escritura (fuente de sabiduría) y en la historia del pensamiento cristiano (testimonio de una nube de testigos). Te comparto brevemente.
Una de las virtudes fundamentales del pueblo de Dios es hablar la verdad. El 9o mandamiento lee: «No des falso testimonio en contra de tu prójimo» (Ex 20:16.) Encontramos al menos dos asuntos en el trasfondo: el discurso que contradice la realidad (falsedades) y aquel que tergiversa la verdad (calumnia). Este mandato moral encuentra su origen en el Dios que es toda verdad y llama a Israel a emular esta virtud comunicativa en sus relaciones. Las mentiras ofenden la verdad. Las mentiras traicionan la fidelidad del pacto.
Nuestro mandato ético es que preservemos el bienestar y la reputación de nuestro prójimo, especialmente de nuestras hermanas y hermanos en la fe. El fundamento cristiano de la comunicación piadosa está arraigado al resumen de Jesús sobre la ley: amar a Dios con cada fibra de nuestro ser y amar a nuestro prójimo lo suficiente como para proteger su integridad tanto como la nuestra (leáse Mateo 22:37-39).
Agustín de Hipona (354-430 dc.) meditó profundamente sobre la mentira. En su libro, Contra la mentira, enumera ocho tipos de mentiras. Tenga en cuenta que las primeros cinco quizás le toquen de cerca:
- La mentira del que enseña religión.
- La mentira que no beneficia a nadie y daña a alguien.
- La mentira del que se ayuda a sí mismo, pero lastima a alguien.
- Las mentiras que son únicamente para el placer de mentir y engañar.
- La mentira dicha para complacer.
Martín Lutero (1529) en su Catecismo mayor considera el contexto judicial del mandato, que «atañe a los tribunales públicos de justicia, donde un hombre pobre e inocente es acusado y oprimido por un falso testimonio para que sea castigado en su cuerpo, propiedad u honor» (257). Entonces, procede con tres aplicaciones positivas de este mandamiento:
- Debemos mantener los derechos de nuestros vecinos y prevenir el engaño.
- Sobre la «jurisdicción espiritual», debemos predicar la Palabra de Dios sin adulterarla y esperar oposición (262).
- Prohíbe todos los pecados comunicativos que puedan herir u ofender a nuestro prójimo porque el falso testimonio es un pecado de la lengua.[7]
El Catecismo menor de Westminster (1647) afirma acertadamente: «El nono mandamiento exige que sostengamos y promovamos la verdad entre hombre y hombre como también nuestra buena fama y la de nuestro prójimo, especialmente en dar testimonio». Por lo tanto, «prohíbe todo lo que perjudica a la verdad, o que daña a nuestro buen nombre o al de nuestro prójimo».[8] (Q. 77-78)
Lamento que hasta entre los míos encontremos algo muy diferente. En los templos que cancelan encontramos los antagonismos de la ideología, las tribus con códigos de santidad y los llamamientos hipócritas a los bienes, la justicia u utopías finales. En el reino de la cancelación, los justos por la calumnia vivirán.
Traducida por Déborah E. Ortiz Rivera, interprete y traductora en Church of God.
[1] https://medium.com/@sarah.saccomanno/cancel-culture-cancel-actions-not-people-242e2aa1d84a
[2] Citada en el NYT. https://www.nytimes.com/2018/06/28/style/is-it-canceled.html
3] Vease el historiador Kidd, Thomas S.. Who Is an Evangelical? The History of a Movement in Crisis. United Kingdom: Yale University Press, 2019.
[4] «El crítico usa la falacia genética cuando trata de desacreditar o apoyar un argumento o alegato en virtud de su origen (génesis) aunque este no sea pertinente». Véase https://iep.utm.edu/fallacy/#Genetic.
[5] Perry y Whitehead definen el nacionalismo cristiano como «un marco cultural (una colección de mitos, símbolos, narrativas y sistemas de valores) que idealizan y abogan a favor de la fusión del cristianismo y la vida civil estadounidense». Tomado de Taking America Back for God: Christian Nationalism in the United States (Oxford University Press, 2020), 10.
[6] Cf. Mary Beth Swetnam Mathews, Doctrine and Race: African American Evangelicals and Fundamentalism between the Wars. University Alabama Press (2017). Tisby, Jemar. The Color of Compromise: The Truth about the American Church’s Complicity in Racism. United States: Zondervan, 2019.
[7] Lutero comenta lo siguiente: «Porque es una calamidad general y perniciosa que cada uno prefiera oír decir cosas malas que buenas del prójimo». La ironía, según Lutero, es que «aunque somos tan malos que no podemos soportar si alguien dice algo malo de nuestra persona, sino que cada cual quisiera con gusto que todo el mundo dijera lo mejor de él» (264). En cuanto al chisme, Lutero dice: «Difamadores son quienes no permanecen en el conocer, sino que van más lejos, anticipándose al enjuiciamiento. Tan pronto como conocen un detalle del prójimo, en seguida lo pregonan en todos los rincones, muestran verdadero placer y se alegran en osar la suciedad del prójimo, como los puercos que se revuelcan en el cieno, revolviéndolo con su hocico. Tales difamadores usurpan el juicio y el oficio que corresponden a Dios y, además, enjuician y condenan de manera durísima… Por consiguiente, quien ose decir algo semejante del prójimo, interviene tan lejos como si fuese el emperador o las autoridades en general. Porque, si bien no dispones de la espada, sin embargo, usas tu lengua venenosa, en perjuicio y para vergüenza del prójimo». (267-68). Lutero añade: «Dios no quiera que se permita que se hable mal del prójimo, aunque éste sea culpable o se sepa; mucho menos cuando no se sabe y sólo se ha tomado de oídas… Bien, amigo mío, ¿es que vas oliendo ya el asado? Sí no te atreves a presentarte ante personas autorizadas para responder por lo que dices, cierra la boca. Y si sabes algo, retenlo para tus adentros y no se lo comuniques a nadie». (269-70, traducción tomada de www.soyluterano.cl)
[8] Versión en español tomada de http://old.thirdmill.org/files/spanish/81845~8_6_01_10-46-43_AM~CATECISMOMENOR.htm
One Comment
Guillermo Santos
Muy bueno, algo así me siento últimamente, entre múltiples voces que dicen tener la razón. ¿Qué le recomendaría a un estudiante de teología que quiere comenzar a investigar sobre antropología, no solo bíblica sino también general?