No puede venir del Espíritu Santo una vida que se prepare para la Ciudad Celestial desatendiendo las muertes de miles de niños en su entorno. Y tampoco puede verdaderamente prepararse para la vida eterna con Dios quien pueda disfrutar de un supuesto ‘carácter cristiano’ cuyas virtudes se puedan cultivar a distancia del pobre.
(Jorge Pixley, Vida en el Espíritu, 207)