Se había abierto un nuevo horizonte para el modo de actuar en la historia. Jesús lo muestra con claridad: perdona con la convicción de que es posible empezar de nuevo, sustrayéndose a la lógica de la violencia y de la venganza; realiza milagros, y especialmente exorcismos, para mostrar que la salvación toca el cuerpo y afecta a todas las dimensiones del hombre [y la mujer]. Cualquier disolución de la integridad del hombre debe ser eliminada, por ser contraria al Reino y al Don de Dios.
Es significativa la actitud de Jesús ante los marginados. Su lógica le lleva a situarse siempre de parte del lado más débil e indefenso: con los samaritanos frente a la autosuficiencia de los judíos, con los enfermos frente a la indiferencia de los sanos, con los pobres frente a la prepotencia de los ricos, con los paganos frente a la soberbia israelita, con los pecadores frente a la superioridad de los (que se consideran) piadosos, con las mujeres frente al dominio de los varones. Jesús se sitúa siempre de parte del humillado… El amor se modula en función de la necesidad del destinatario. Por ello nunca puede ser neutro o imparcial, sino solidario y comprometido.” (Eloy Bueno de la Fuente en Diez palabras clave en cristología, p.114)
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