Pues bajó del Monte de los Olimpos un rayo hacia nosotros los mortales. Ok, un comienzo un tanto dramático solo para llamar la atención. Anterior y subsecuente al fallo de SCOTUS a favor del “matrimonio” gay ya había visto toda una gama de comentarios, memes, artículos y descargas (un tanto violentos todos) a favor y en contra de la decisión de lo que es ahora “the law of the land.”
En otras notas trataré el tema de forma directa. Por ahora quiero reflexionar sobre cómo atendemos asuntos conflictos sociales. Le he mencionado a amigos y estudiantes que cuando me encuentro en conversaciones políticas, sociales y religiosas me topo frecuentemente con “fundamentalismos de derecha” y “fundamentalismos de izquierda”. Los fundamentalismos, entre otras cosas, se caracterizan por la intransigencia, vehemencia, violencia verbal (y hasta física), mofa y moralismos contra aquellos/as con los que se difiere. Por ejemplo, proponemos “amar al pecador pero no su pecado” pero realmente desde el principio fallamos en amar. Proponemos “un amor inclusivo y tolerante”, pero solo para los iluminados/educados con lo que estamos de acuerdo.
Al que le interese esta nota, déjeme sugerir una ultra-breve ética para una discusión civil.
1. Presentemos nuestro argumento con claridad y caridad. Resiste tu prejuicios bañados de retórica. Todos tenemos prejuicios. Pero a la hora de intentar persuadir, seamos cálidos y claros. Este consejo se lo doy a todos mis estudiantes cuando están escribiendo sus trabajos. Si fuera a darle nota a la mayoría de los artículos que leo en los muros de alguna gente, lo más que daría es una C.
2. Evitemos la falacia “ad hominen”. Nos encanta encontrar alguna falta, algún indicio de hipocresía o de inconsistencia personal para atacar personalmente a la gente o grupos de personas. Pero atacar a la persona y no sus ideas es una falacia lógica, anti-cívica y anti-relacional.
3. Consideremos cuidadosamente el argumento opuesto, no en su expresión más extrema o absurda, sino en su mejor exposición. De esta manera no caerás en algo que a muchos le encanta hacer: tomar el peor ejemplo para ponerlo como representativo de una postura. En esta movida siempre sales ganando, pero no es honesto.
4. Respondámos con igual cuidado. Nunca estas lidiando con meras ideas. Las ideas siempre tienen consecuencias sobre la vida personal y comunitaria; y éstas pueden promover virtud o promover vicio o una combinación de ellas.
5. Consideremos (por más apasionada que sea la discusión) no solo nuestra dignidad, sino la dignidad de la otra persona. Estar en desacuerdo, incluso profundamente en desacuerdo, no es intolerancia, sino el principio sobre el cual la tolerancia es una virtud cívica, abierta y pública.
6. Pues creo que esto también aplica a todas las relaciones.